Cuento corto “Algún día vendrán” por Laura Elizondo Williams

 Cuento corto “Algún día vendrán” por Laura Elizondo Williams

Es solamente en ciertos momentos de la madrugada cuando puedo descansar.

Para entonces, los perros se han cansado de ladrar, los niños de llorar, los adultos de insultarse unos a otros y yo puedo quedarme quieto, con la vista fija en la oscuridad y entonces reflexionar sobre todas las tareas que dejé de hacer en la escuela, los motivos por los que no cumplí bien en el trabajo y la sensación siempre continua de angustia por querer tantas y tantas cosas y lograr tan pocas.

Ayer por ejemplo, verdaderamente me esforcé por llegar temprano a todos lados, pero soy tan vulnerable que con un poco de lluvia que caiga ya todo en mi vida se pone mal.

No pude salir de casa sin antes ayudar a barrer la entrada, estaba tan llena de lodo que no se podía ni salir, como el agua había entrado, olvídate por supuesto del desayuno  ¡con el hambre que tenía! ya que los frijoles de anoche no alcanzaban para los cinco, mucho menos para siete que fuimos con la llegada del tío, tan inesperada.

Salgo por fin de casa, no sin antes haber recibido una sarta de improperios por parte de los adultos recordándome que era un ingrato por irme a la escuela y el trabajo, cuando en casa había tantas cosas que hacer… “ y yo, que me creía un rey, como si estudiando y trabajando pudiéramos salir adelante”

Busco en mi pantalón, en el huequito ese que tienen mis bolsas para guardar las moneditas que tanta falta me hacen, ¡nada!, o se cayeron o alguien me las agarró, pero lo importante es que eso significa decirle adiós a algo de comida, adiós al camión, adiós a llegar temprano y además, darle la bienvenida a un día en el que todo saldrá mal.

¿Realmente le importa a la maestra mis problemas, el saber que llovió, que no tengo para desayunar, que en casa están en contra de que yo estudie, que no puedo dormir en la noche con tanta gente amontonada?

Cuando ella me pregunta por la tarea no hecha, por la respuesta de la que nomás no tengo idea, cuando me entrega mis malas notas y me mira con aquella mirada reprobatoria, moviendo la cabeza en señal de desánimo y una profunda desilusión,  ¡que ganas tengo de explicarle que no entiendo muchas de las cosas que ella explica, que tengo sueño, que no veo bien, que mi padre tiene ya casi un año sin trabajo y que después de aquí me voy a chambear toda la tarde hasta llegar la noche en que, cansado, hambriento, triste, tengo que enfrentarme a la vida cotidiana en casa y que simplemente, por más que quiera  ¡no puedo más!

Es en esos momentos de la madrugada en los que puedo descansar, cuando imagino que “mis problemas silenciosos” se resuelven porque las personas se deciden a ayudar.

Imagino entonces que un grupo de ciudadanos, con buenas intenciones, entienden que mis problemas silenciosos, aquellos que no se oyen ¡pero vaya si están!, pueden ser resueltos y se dedican a hacerlo, como magos, por la noche, mientras yo los acompaño con mis pensamientos, viendo a la oscuridad.

Empiezan por arreglar las calles de mi colonia para que el ruido del tráfico, sea menor, después le ponen piso a mi casa para que la tierra ya no me provoque esta alergia continua que no me deja respirar,  ponen drenaje y agua en mi casa, para que yo pueda ir al baño y además, bañarme, estar limpio y arreglado y poder sentirme seguro y entonces devolverle a la maestra la mirada, viéndola a los ojos sin la vergüenza que siempre me da.

Ese grupo de ciudadanos meten a los adultos que viven conmigo también a estudiar, y les dan cursos y los enseñan a hacer cosas y a comportarse mejor, y yo entonces puedo descansar más tranquilo porque ya no se pelean tanto, hablan más quedito, se acuestan temprano porque tienen un trabajo al que acudir y en las tardes, en vez de discutir, nos sentamos todos a la mesa, con pan y café y hablamos sobre temas de la escuela, pues ellos, están más educados y saben más.

Después se dedican a arreglar algunas cosas en la ciudad, establecen rutas de camiones para que yo pueda llegar temprano a todos lados, abren más fuentes de trabajo para que todos en casa tengan donde trabajar, abren bibliotecas, museos, plazas y jardines, en esta ciudad tan abandonada, para que la gente pueda entender, comprender, pasear y educarse.

Uno de estos ciudadanos se fija en mí, me toma de la mano, me dice que valgo mucho, me lo dice con sus palabras y acciones y yo ¡quiero llorar!

Me lleva a que me revisen mis ojos y me pongan lentes, se ocupa de que coma bien, le ofrece a mi mamá un seguro en un hospital en donde la revisarán toda y entonces, yo me dejo de preocupar por ella.

El llanto del bebé al lado mío me saca de mi ensoñación, de repente los ciudadanos/magos se han ido, en mi cabeza solo quedan mis “problemas silenciosos”, los que no se oyen pero ¡vaya que sí están!

No importa, me digo antes de empezar el día, los seguiré esperando, pues sé que vendrán.

Redacción Lexium

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