Salón de clases…. ¡Cómo te extraño!

 Salón de clases…. ¡Cómo te extraño!

Por: Laura Elizondo Williams, Socia directora Lexium.

¿Y si hoy te cuento una historia, la leerás? Es una historia sobre nosotros, sobre cuando las circunstancias nos obligaron a repensar la forma en la que hacíamos las cosas, una historia de cambios vertiginosos, que no estoy segura si te gustará.

¿Y si te la cuento, me ayudarás a que más personas la conozcan? Imagino que lo harás, porque nos conviene a todos.

Pues bien, en el mes de marzo del año 2020 en México, súbitamente la educación formal de 36 millones de niños y jóvenes fue seriamente replanteada.

No es necesario comentar sobre las circunstancias que obligaron a este replanteamiento, todos las sabemos y seguramente estará escrito en los libros de historia por largo tiempo y se le conocerá como “La Pandemia”.

De un día para otro, los alumnos fueron obligados a quedarse en casa, en realidad nadie les preguntó, ni pidió su opinión, la instrucción les llegó directa y clara: “A partir de hoy deberás de modificar tu entorno educativo y hacerlo lo mejor que puedas”.

Entonces, para los niños, el cuarto de tele se convirtió en su nueva aula, su mamá en su nueva maestra y la televisión o la computadora en sus libros de texto.

Los jóvenes vieron como sus habitaciones se transformaron en una extensión de su preparatoria o universidad y sus compañeros en algo intangible que se hacía presente solo a través del celular.

Se suspendieron los descansos, el refrigerio a mitad de la mañana, la plática con los amigos, el intercambio de información y la explicación del compañero cuando algo se complicaba.

Los horarios se trastocaron, las tareas se abreviaron, las calificaciones y comentarios del maestro en los trabajos del texto o del cuaderno se disminuyeron.

Ya no había más filas antes de entrar al salón de clases, ni levantar la mano para aclarar una duda, ni siquiera el esperar el turno para exponer una idea y el permiso para ir al baño o el esperar con ansia el descanso para jugar al futbol y la inquietud cuando el maestro entregará los exámenes y descubrir la nota que se obtuvo.

De un día para otro, dejaron de preparar el uniforme por la noche, meter los libros a la mochila, despedirse de papá o mamá en la puerta del colegio y correr con emoción por iniciar un nuevo día de clases.

En esta historia, fue preciso replantear la manera de impartir educación y los adultos enfocaron sus esfuerzos en idear formas para impartir contenidos.

Pero para 36 millones de estudiantes, lo que se quedó en el camino, lo que se perdió en esos meses de estar en casa, fue mucho más que conocimientos y, seguramente, cuando ellos cuenten esta historia, se sorprenderán al aceptar que extrañan su escuela y no necesariamente por lo que reciben de datos e información, sino por todo aquello que está escondido a simple vista y que, al perderlo, se hace tan patente: la cotidianidad, la interacción social, la rutina, la deliciosa experiencia de crecer y aprender en compañía de los demás.

Como experta en procesos de aprendizaje te cuento que la construcción de conocimiento es mucho más enriquecedora cuando se hace en grupo, cuando se dialoga, se interactúa, se intercambian ideas en un proceso continuo que permite crecer, ya lo expuso Sócrates en su Mayéutica y Vigotsky en su teoría Sociocultural y también, si nos diéramos la oportunidad de entrevistar a niños y jóvenes que vivieron la experiencia “Aprende en Casa”, podrían sustentar estas teorías.

Fue bueno que en la época de la pandemia los chicos tuvieran la oportunidad de seguir educándose desde sus hogares, pero es más bueno que regresen a clases, a sus aulas, a su educación formal, concebida desde tiempos ancestrales para propiciar esa interacción y construcción del conocimiento en grupo que tanto bien hace al proceso de aprender.

Este relato tiene un final feliz pues es posible que millones de estudiantes mexicanos hayan valorado su escuela y comprendido que acudir al aula, bien vale la pena.

Redacción Lexium

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